Hace no demasiado tiempo, un joven entrado en años tiene un sentimiento de desasosiego. En su interior se está obrando una transformación. Él siempre ha trabajado solo. Ha sido individualista a más no poder. Yo, mí, me, conmigo en los estudios y en el trabajo. Preparando exámenes y llevando a cabo proyectos. Como él mismo recuerda, «el buey solo, bien se lame».
Sin embargo, algo está cambiando paulatinamente, sin prisa pero sin pausa, en su fuero interno. Tal vez es un síntoma de la edad. Tal vez es una pequeña transformación interior. La llamada le lleva al desarrollo de proyectos en equipo. Una fábula que le cuenta un amigo le apoya. No puede ser de otra forma.
Os dejo a solas con la fábula.
Llega un caminante al pueblo con una sonrisa, y se acerca a una casa, con un hatillo aparentemente muy pesado. El paisano le pregunta:- Perdone la indiscricción. ¿Qué lleva en el saco?- Traigo piedras del camino. Soy cocinero profesional y les vengo a traer mi especialidad. Quiero agasajar a los habitantes de este pueblo con una exquisita sopa de piedras. ¿Le importaría acompañarme a la plaza del pueblo para poderla ofrecer a sus vecinos? |
Qué raro, piensa el paisano. Qué raro que una sopa de piedras sea rica … No es un mendigo, sino un cocinero. Y nos está ofreciendo un suculento manjar. No pierdo nada por ayudarle. Al fin y a la postre, no viene a pedir.- Acompáñeme, por favor.- Es especialmente importante que nos reunamos en un sitio en el que haya agua fresca. Tal vez una fuente en el centro del pueblo. Un sitio en el que sus vecinos puedan sentirse a gusto, juntarse y charlar mientras el fuego obra la transformación. |
Ya en el centro de la plaza, disponen unas brasas con unos sarmientos. Un vecino les presta una cacerola, y empieza la cocción. Pasan 10 minutos de cocción, y el cocinero, con una cuchara de madera, se acerca al cacerolo y saborea el guiso.- Hummmm, está rica, pero le falta … un poco de sal. ¿Alguien me podría ayudar? – Sí, yo. Faltaría más. Echa la sal, y deja que hierva 3 minutos más. Se acerca con el cucharón y saborea el manjar.- Hummmmm, está rica, pero tal vez, sólo tal vez, de tener, la condimentaría con unas zanahorias y un poco de puerro.- Yo las puedo traer. Con sumo gusto, además. |
El resto del cuento te lo puedes imaginar. El pueblo completo celebra esa tarde una magnífica sopa de piedras compartida, en la que cada persona aporta según su capacidad, interés y especialidad. Porque no estamos aquí para enseñar sino para aprender juntas. En un camino que nos lleva a todas de aquí a allá. De donde somos hoy a donde estamos llamados a Ser.
Así lo vimos, y así lo vivimos, poco a poco, el buey, mi amigo, yo, y los paisanos del pueblo, alguno de ellos compañeros de camino hoy…
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