no sé por qué, pero acabo de perder el barco que me lleva, junto con el resto de mis compañeros de promoción, desde Portugalete, al lado del puente más elegante, el mejor puente colgante, al ayuntamiento de Bilbao, el puro centro del Imperio bilbaino.
como tenía tiempo de rekete-híper-súper sobra, he decidido ir a comprar unos vinos de Muriel para Navidad. Hago una selección alternativa, a la que al tradicional cosecheros sin etiqueta añado 3 botellas de txakoli, y 3 cajas de 6 botellas diferentes, cavas, un reserva con etiqueta y un vino joven de diseño. Total, ciento y pico €uritos. En un sitio en el que no aceptan tarjeta, no tienen cambio de 500 €uros. Me dicen que puedo llevarme los vinos y que ya les pago el lunes. Como el lunes no estoy en Bilbao, y le tendría que pedir el favor a mi madre, prefiero buscar cambio.
En la gasolinera, el empleado se ríe con estrépito, en la tienda de monte pienso en comprar un buff a Ainhoa, mi sobrina, o para mí mismo, y provoco el proceso de cambio, pero tengo el día tacaño, jolín, 30 euros, en un bar me dicen que no cambiar, en el cajero, que no es de mi franquicia, me cobran 2,04 euros de comisión, decido no, en la farmacia, donde he dedicido comprar Rinomer fuerza 2, y tras creer que he perdido el billete, con tanto saque y meto, se me cambia la cara, me dicen que no tienen cambio, devuelvo el Rinomer, vuelvo al cajero y decido que todo sea por darle salida a la mañana, 2,04 €uritos de comisión, el 1%, por una operación contable. ¿Qué TAE tiene esta operación entre amigos? Qué más da, es lo que hay hoy. Vuelvo a la bodega, y pago el vino.
Como se va haciendo tarde, desecho mi plan original, de aparcar el coche cerca de Ereaga e ir andando al puente, qué bonito paseo, y decido aparcar al lado del puente de Portugalete, todavía puedo llegar. Aparco sin problema y veo la barquilla al otro lado de la ría. Me da tiempo. me peleo con el parquímetro, que con 2€ me da parking hasta las 9:45 del lunes. Pienso qeu puede ser más barato. CAncelo la operación, y meto 1,20, 1,40, 1,60, justo hasta las 2, y no sé hasta qué hora hay aparcamiento restringido, 1,80, ya me he vuelto a pasar, qué más da, pienso, e imprimo el ticket.
Vuelvo la cabeza y la barquilla del puente colgante, tú eres el más elegante, el mejor puente colgante, ya está cerca de esta orilla. Salgo corriendo.
En la entrada, están pasando los coches, qué bueno, tengo tiempo. No entiendo el proceso automático de expedición de billetes. Unas señoras a mi derecha y a mi izquierda también son primerizas. No sabemos cómo es. Al final decido echar el dinero y probar. 1, 2, saco dos pases, le regalo uno a una señora, la campana está sonando, cómo se mete el tícket, en el torniquete, las puertas se cierran, tic, tac, he perdido la barquilla. No son las 12:30, faltan unos minutos, y decido llamar a algún compañero de promoción, Dani, Jon, Juanjuo, Iñaki.

Como hace una semana que he destrozado mi anterior móvil, que voló suavecito contra una escalera de mármol, tengo la agenda desierta. Le llamo a Javi que no va al barco, y me dice que me pasa el de Dani. Para cuando me llega, cruzando en la barquilla el Nervión, veo salir de la orilla una barca. No sé por qué ya sé quiénes son, mis compañeros de promoción. Llego a la orilla, me llega el teléfono de Dani, al que llamo, quizás el barco puede volver, pero me topo con el contestador. Definitivamente, hoy, todavía no sé por qué, tenía que perder este barco.

En vez de enfurecerme, recurso normal, casi obligado en otras épocas, sonrío. Empiezo a sacar fotos de la ría, de un barco que cruza, de los edificios, del parque. Pienso que no he estado nunca en Portu (3 veces de forma atropellada), qué pena, viviendo tan cerca, a 3 kilometros escasos.
Me paro en un café, y acompaño el transitar de la barra, con una chica que me atiende, con otro que parece la dueña, con otra compañera suya que no está de turno y llega con unas tarjetas, pido un café con leche y un bollo, preparándome para un hamabietako y medio, o segundo desayuno.
En el estar sin prisa y sin agobios conecto con una pregunta. ¿Para qué he perdido el barco hoy? Esta pregunta, tan parecida y tan diferente a por qué, abre puertas de pensamiento diferentes.
Me levanto y veo una pizarra para niños, con una lámina y pinturas, qué raro es esto en un bar. Dibujo un sol con una sonrisota, es curioso pero me siento así. Detrás de la pizarra hay una estantería con revistas. le llamo a Silvia y le comento la extraña mañana de sábado en la que tantas ganas tenía de coger un barco con mis compañeros.
¿para qué he perdido el barco?, comparto la pregunta.
Según estoy hablando con ella, me veo enfrente de un mapa mundi de Bilbao, de esos de bola, reconditos, y me fijo en lo que la bola me enseña, respondiendo atenta a mi pregunta reciente
España a lo lejos, ahí al fondo, y América Latina aquí enfrente mío, empezando por Costa Rica, Cuba, México y Colombia. Pienso que tal vez mi destino, y el destino de “organizaciones que encuentran y cuentan cuentos” y de otros programas de oé corazón está ahi. Silvia, en vez de asustarse, me comenta que desde que me conoce tiene la extraña sensación de que vamos a vivir juntos en el extranjero.
El resto de mi mañana es una total y absoluta celbración, de lo que veo frente a mí, y de lo que está por venir. Pago la cuenta y le pregunto a la chica de la barra su nombre, y cómo se sube hasta el metro de Portu. Me dice que ellos, muchas veces, pasan el barco y toman el metro de la margen derecha en Las Arenas. Ese ya lo conozco, me apetece hacer un poco de lo que no he hecho en mi vida, en la margen izquierda, esa margen de la mujer y hombre trabajador.
Subo la cuesta y contacto con el viejo mundo del que soy parte, edificios viejos, calles estrechas, gente mayor, cultura del vino, de la tapa y del poteo, que se hace fuerte generación tras generación. Algo nuevo respira en mí y conmigo. Saco una foto de un ancla en un bar, en una vitrina de cristal, y siento que este ancla, tan pesada otras veces, se ha vuelto liviana.
Tan liviana como la cuesta, una cuesta que viviendo en Algorta, ya estoy entrenado a subir, me encantan las cuestas.
Tomo por primera vez en mi vida el metro de la margen izquierda, con una sensación muy grata de que podemos cambiar. De estilo de vida, de formas, de margen y de continente, si así nos apetece.
Así lo vimos…
Hoy me imagino un puente de luz entre el viejo continente y el nuevo, con la energía del amor como nexo. Todo lo viejo y lo nuevo que se reconocen y crean una nueva realidad mejor para todas las partes.
Como soy hombre de acción, y las ideas no se me hacen viejas en la nevera, empiezo a compartir la posibilidad con Rodolfo Carrillo, amigo costarricense, Piedad Rojas, mi amiga colombiana, y con Jon Orobengoa, una casualidad preciosa que cobra significado un año después de conocernos en el DF de México.
qué, quién, cómo, cuándo, por qué, qué bonito cuando loS sustituímos por PARA QUÉ.

desde oé corazón (organizaciones con espíritu y corazón, s.l.), promovemos el uso de la plastilina en las organizaciones, esa plastilina que nos acerca a la levedad, a la alegría, al disfrute (dis sin – fruto), y facilita la mejor expresión de nuestro Ser en desarrollo.
por algún motivo, esta mañana de sábado me he encontrado una pizarra con rotuladores preparada para los niños en un bar. Cuando vuelva les tengo que traer unas plastilinas con las que unir la margen derecha con la izquierda de la ría Nervión con un puente de luz (roja, naranjita, amarilla, verde, azul, … hasta llegar al añil).
nosotros tenemos trabajito que hacer, para unir la margen derecha y la izquierda de ese charco enorme que llaman océano Atlántico, y que lleva, como bien sabe Colón, y los reyes católicos, a las Indias. En otro día cualquiera, nos ponemos con su figura y la de Hernán Cortés, tres amigos (si contamos a Isabel y Fernando en el mismo cajón) a los que les vamos a apoyar con un mapa mundi actualizado del Gran Bilbao.
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por cierto, hablando de Colón y Cortés, hombres insignes para unos, truhanes y de la peor calaña para otros, el Océano Atlántico, en otro tiempo mar del Norte, une dos golfos, el de Bizkaia, con el de México, derecha e izquierda de un arco de luz.