En esta segunda fase del aprendizaje, la aprendiz se debe vincular con el hecho externo, (la conferencia, el ejercicio, el juego, el taller, …) con objeto de darle sentido.
Aquí entran en juego las reacciones subjetivas (diferentes para ti y para mí). Nos interesamos de forma entusiasta con lo observado o experimentado.
¿Qué sentimientos he tenido?
¿Qué preguntas afloran?
¿Qué relaciones tiene lo observado con otros aspectos de mi experiencia?
En esta fase todavía no hay juicio, no hay crítica, sólo relación. El contenido conectado y contextualizado empieza a no ser algo que está simplemente ahí fuera.
Existen riesgos en esta segunda fase, como las de la falta de imaginación, la indiferencia y el aburrimiento.
Escribo estas líneas y pienso qué procesos de aprendizaje han tenido calor en mi vida (el proceso biológico con el que podríamos asociar esta fase es la de calentar) y me acuerdo de los maravillosos Epi y Blas, del monstruo de las galletas, de la riquísima forma de explicar qué está dentro y fuera, delante y detrás, arriba y abajo, una maravilla de mi niñez. El recuerdo se hace tierno y algo se calienta en mi interior. ¿Será que estoy relacionando algo otra vez? Años han pasado desde que no. Hay vida, hay esperanza (de volver a aprender).
Gracias, Epi, gracias Blas. Os debo tres (una, dos, tres), ¿cuántas son tres?
Este post es parte de la serie la serie la organización que aprende
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